domingo, 24 de julio de 2011

Millonarios por un rato

Aunque lo más extraño había sucedido en la euforia del final, todos se habían dado cuenta de que algo estaba pasando. Llantos, abrazos teatrales y un sinfín de gracias al cielo, a Dios y a la Virgen eran un epílogo emotivamente absurdo para un olvidable partido entre Racing de Córdoba y Ferro, por la sexta fecha del torneo. Algo ocurría y nadie podía imaginar lo que era.

Horas antes, la radio informaba que el San Lorenzo del Bambino e Insúa le ganaba 4-3 a Platense, que el Boca del Zurdo López, Gatti y Ruggeri caía 2-0 contra Talleres, en Córdoba, y que el River de Cubilla, el Enzo y el Beto empataba 1-1 con Atlanta, en Núñez. Roberto Gasparini escuchaba por LV 2 Radio Córdoba los resultados de los partidos que habían arrancado a las 15.30.

Mientras, Enrique Vivanco jugaba al truco con algunos compañeros y el resto del plantel de Racing de Córdoba dormía o estaba prendido al River—Boca femenino de Feliz Domingo. Faltaba un rato para que jugaran ante Ferro y, al caer la tarde, la tranquilidad del hotel Savoy de Alta Córdoba, donde se concentraban, se vio sacudida...
"Luego de la siesta, estábamos por merendar —cuenta Humberto Bravo, delantero de aquel equipo— cuando, a toda velocidad, Gasparini baja al comedor del hotel y grita: ''Tenemos los 12 puntos, muchachos. En la boleta que hicimos tenemos los 12 puntos''. Se hizo un silencio... ¿Te imaginás cómo estábamos? Nadie lo creía. Sólo faltaba nuestro partido: si le ganábamos a Ferro nos llevábamos el Prode".

Corría 1984. Se jugaba el Metro y el Nacional, y la fecha se cerraba todos los domingos, a las 20, con el "televisado de la jornada", por ATC. Relatos de Mauro Viale y comentarios de... sí, Enrique Macaya Márquez. En el televisado de aquel domingo 6 de mayo, Racing de Córdoba recibía al Ferro de Griguol, del Beto Márcico y Héctor Cúper. El partido, sin grandes atractivos, se jugaba en cancha de Instituto.

Desde que en 1972, Francisco Manrique, ministro de Bienestar Social de la dictadura de Lanusse, había instaurado el Prode, el de aquel domingo era el pozo que mayor cantidad de dinero ponía en juego: casi 104 millones de pesos, plata con la que se podían comprar 100 departamentos ó 17 Mercedes Benz. "Nosotros jugábamos al Prode bastante seguido —cuenta Enrique Vivanco, defensor de aquel Racing—, pero esa vez hicimos una tarjeta porque había mucha plata en el pozo, la mayor cantidad hasta esa época. Y, como teníamos algo ahorrado por multas de llegadas tardes, compramos una boleta. La hicimos entre todos, votando y poniendo lo que decidía la mayoría. Me acuerdo de que la tarjeta era de las más caras, la que traía para poner varios triples. La pusimos a nombre de la esposa de Miguel Seronero, uno de los muchachos del plantel".

La semana anterior a que los jugadores de Racing de Córdoba hicieran la boleta, el pozo había quedado vacante. Y como un anticipo de lo que vendría, casi se lo lleva un futbolista: Armando Quinteros. El tucumano, volante de San Lorenzo, había hecho 12 puntos (sólo se premiaba a los que acertaban los 13). Había fallado en un partido, el que el Ciclón empató con Boca, en la Bombonera. Quinteros, con una fe ciega en su equipo, había puesto la cruz en el casillero visitante.

Faltaban apenas seis minutos para el final. El partido estaba 1-1. Ferro se conformaba con el empate y Racing era puro nervios. "Ya había una tensión terrible en el micro que nos había llevado a la cancha —cuenta Bravo—. Hasta me acuerdo de que antes del partido Marchetta ni había dado charla técnica. Sólo se paró frente al plantel y nos dijo: ''Muchachos, qué les puedo decir. Tenemos que ganar sí o sí''.

En una de ésas Cúper lo sacudió al puntero Oyola. El árbitro marcó el tiro libre para Racing. Gasparini sería el encargado. "Al pararme frente a la pelota —recuerda—, sólo intenté pensar en que se metiera en el arco y no en la plata que podíamos ganar".

Pateó. La pelota pasó la barrera, picó y... "Cuando el Pato la metió —dice Bravo—, lo abrazamos como si fuera el Diego después del gol a los ingleses. Parecía que habíamos salido campeones del mundo".

En el estadio nadie entendía nada: ridículamente para un partido como tantos otros, los jugadores se abrazaban, lloraban y corrían enloquecidos. "Yo estaba en la cabina y me preguntaba por qué festejaban tanto" —dice Enrique Macaya Márquez—.

Esa noche todo el plantel fue a comer a una parrilla. Los abrazos iban y venían y a algunos los primeros rayos del sol los encontró entre brindis y más brindis. Soñaban con un departamentito, con un 0 KM o, al menos, terminar de pagar el Plan Rombo. Nadie pudo pegar un ojo: ¿cuántos serían los afortunados con 13 puntos? ¿Cuánta plata ganarían? ¿Cuánto cambiaría sus vidas después de pegar el Prode? Faltaba poco para que se enteraran...
  
"Esa mañana —recuerda Gasparini—, me levanté temprano y me comentaron que ya había un ganador en barrio Patricios. Ahí me hice la idea de que serían varios y luego escuché la noticia en la radio". La noticia que Gasparini escuchó era que 94 tarjetas habían acertado los 13 puntos. "Repartimos la plata entre los 30 y pico que formábamos el plantel. Lo que cobramos apenas nos alcanzó para cubrir los gastos de la cena de la noche anterior".

Fuente: www.ticespor.com, nota "Timberos", publicada en Olé en 2004.
Fotos: La Voz del Interior.

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